
Vengo de regreso.
Estuve de vacaciones, vaciando mi mente de la oscuridad para rellenarla con algo confortante.
De alguna manera, no ha sido fútil.
Pude leer Ami 3.
No sabía que existía, ni que iba a leerlo. Sin embargo, pasó.
Para mí, esta serie de libros escrita por Enrique Barrios es casi una biblia. En el sentido de que sus palabras son sabias, y que puede ser puesta en práctica para bien.
Y porque dice verdades.
Así, pude aminorar el daño de mi mente con este bálsamo de Amor.
Cuánto duele saber que todo el dolor y sufrimiento no valen nada, pues son gratuitos.
Al parecer, he llegado a transformarme en esas personas enfermas que no pueden sobrevivir ni vivir sin sufrimiento, y se vuelven adictas a él. No por necesidad, ni para aprender, pero no ven la vida sin el cristal del dolor, la muerte, la desesperanza, agonía y sufrimiento, muchos montones de sufrimiento; privándose de disfrutar del Amor, la vida, la esperanza, el goce y el afecto.
No sé cómo me acostumbre a verme herida, ni por qué ha pasado.
Sé, no obstante, que puedo mirar mis acciones más objetivamente y, con ello, empezar a cambiar.
Seguramente, lentamente. Pues aún no se ha despejado mi visión y todavía uso un bastón para sostenerme. Mas siento algo diferente, una leve variación de frecuencia...
El indicio de un tímido fotón iluminando su vacío.
Con la caída de las hojas, espero que se marchite mi yo actual.
Que se congele con la nieve y se disuelva en la inmensidad.
Que florezca una nueva. O que renazca de la semilla espera incansablemente germinar.
Quizá no sea esta primavera. Quizá no sea en esta vida.
Pero soplan vientos de cambio.
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